Salón de Comares

Habibi, hablemos con voz suave en señal de respeto. Estamos en el corazón de la Alhambra. ¿Te fijaste al entrar en una salita pequeña que había a la derecha? Estaba reservado al sultán para su oración. Las obligaciones de gobierno eran muchas, y los momentos de reflexión e invocación divina debían ser hechos en la intimidad. Hoy el oratorio está vacío, despojado de sus antiguas vestiduras.

El salón del trono… Si, recuerdo haber estado aquí, una vez que el sultán honró a mi familia recibiendo a mi padre. ¿Ves la cubierta, en forma de pirámide invertida? Semeja el interior de una jaima del desierto, de una tienda de campaña. Más de ocho mil piezas forman esa auténtica joya, que representa los siete cielos del paraíso. Y justo debajo, a nuestros pies, en el centro del recuadro, unos azulejos incluían el nombre de Alá, algo que el Islam prohíbe. ¡Si! En mis tiempos, habibi, vivíamos con un pie en Oriente y otro en Occidente. Por eso el nombre de Alá se escribió sobre los azulejos más bellos nunca vistos, para que presidieran el salón del trono más exquisito nunca visto, eso sí con la rigurosa obligación de no pisarlos jamás.

Ya en el siglo XVI, se sustituyeron los sagrados azulejos por estos que contemplas ahora, de un valor también extraordinario. La obligación de no pisarlos es respetada hasta el día de hoy.

Boabdil ha estado aquí hace unos minutos, en esta sala se ha entregado Granada a los reyes Católicos. No podemos darnos prisa en un lugar tan hermoso, pero tal vez, con algo de suerte, podamos verlo antes de marchar. Acaso en el Patio de los Leones…



(c) (R) 2013, MUSMon com S.L.
Text (a) Carlos Madrid (2012)

Picture:
Source: Own work
Author: Julián Hernández Martínez (2013)