El cristo de la Sangre - La España Negra

En esta estancia llama la atención, por su gran porte, el cuadro “El Cristo de la Sangre”, del pintor Ignacio Zuloaga.

Su estética tenebrosa recoge elementos reales, como rostros auténticos y el paisaje de Ávila, aunados simbólicamente para retratar una forma de religiosidad mística, tan austera que realmente se hace trágica.

De este cuadro dijo el filósofo Miguel de Unamuno que todos los elementos están tomados de la realidad, y que el papel del artista se limitó a combinarlos simbólicamente.

Los rostros que Zuloaga retrata son personajes del mundo rural, alejados de la atmósfera cosmopolita de las metrópolis y sus sociedades industrializadas, y los representa en un escenario imposible. Nos remite al Simbolismo como tendencia estética propia de su época.

En el panorama artístico español, el Simbolismo se introdujo a través de un libro de viajes, “La España Negra”, publicado en 1898 y escrito por el pintor naturalista Darío de Regoyos, que resumió e interpretó textos originales escritos por el poeta belga Emile Verhaeren diez años antes, durante un viaje que ambos hicieron por España.

Como movimiento intelectual diferente al caso francés, el simbolismo belga que se puso en práctica en España encontraba rasgos de lo infinito, de la trascendencia humana, a través de la realidad inmediata que perciben los sentidos. Otro de los rasgos simbolistas identificable en este “Cristo de la Sangre”, es el provincialismo, el gusto por encontrar escenarios donde lo folklórico y lo popular aparecen como depositarios de cierta esencia de la nación.

Zuloaga, que no estaba vinculado con ningún movimiento artístico determinado, profundizó en su inclinación por las escenas costumbristas tras contrastar la bohemia parisina con la vida andaluza y castellana, y volver su mirada creadora hacia España, como tantos otros artistas de su generación.

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