Isabel la Católica dictando su testamento

La pintura de historia es un género que se pone de moda en la segunda mitad del siglo XIX. La selección de pintura de esta temática expuesta en el Prado se corresponde con la obra de pintores que fueron becados para estudiar en Roma y posteriormente premiados en España con el Premio Nacional de Pintura, un galardón que tenían que obtener para poder acceder a la fama. El propio Joaquín Sorolla, el pintor de la luz y el Mediterráneo, se llegó a presentar, pese a ser una temática muy alejada de la suya.

El autor de este cuadro, Rosales, tuvo que luchar con grandes dificultades en su vida, especialmente una terrible enfermedad que le fue dejando paulatinamente ciego. Estamos ante su cuadro de más éxito, el Testamento de Isabel la Católica en el que huye de las posiciones grandilocuentes. Nos muestra en el centro de la composición el lecho sobre el que descansa la reina, pálida y moribunda, rodeada de sus seres queridos. Sentado a su cabecera vemos a su esposo, el rey Don Fernando y a su lado de pie, su hija Juana la Loca. El escribano ante un atril toma nota de los últimos deseos de la soberana. Otros cortesanos la rodean, entre ellos el Cardenal Cisneros. Todos ellos forman un conjunto íntimo del entorno de la reina, muy lejos del academicismo y la monumentalidad de otros pintores del género. Este cuadro se considera una obra maestra de la pintura histórica.

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Textos (a) Catalina Serrano Romero