Judit en el banquete de Holofermes

Rembrandt es uno de los más destacados pintores holandeses. Nació en Leiden, aunque posteriormente se establecerá en Amsterdam, ciudad que cuenta con un museo dedicado a su figura. En la capital holandesa pasará la primera etapa de su vida placidamente. Se casa con Saskia, una mujer de familia acomodada, con la que tiene un hijo: Titus, pero su mujer muere pronto y la vida de Rembrandt se hace más difícil llegando a pasar dificultades económicas. En su vida aparecerá otra mujer: Hendrickje, una antigua sirvienta a quien pintará muchas veces, lo mismo que ya hiciera con Saskia que es la modelo de esta obra.

Su estudio de la luz es un hito en la historia de la pintura, así como sus retratos en grupo de corporaciones locales y sus autorretratos, que sirvieron de escuela para los pintores posteriores. Desgraciadamente el museo guarda muy pocos cuadros de Rembrandt. La guerra de Holanda con España hasta su independencia en 1648 dificultó mucho el transitó de arte desde Flandes.

Estamos ante una obra de tema discutido, pues no se sabe bien a qué personaje representa. Tradicionalmente se pensó que encarnaba a Artemisa, una reina oriental, famosa por haber dedicado a su esposo Mausolo un sepulcro que fue una de las maravillas del mundo antiguo, y del que procede el uso de la palabra mausoleo. Ella misma quiso ser un sepulcro para su esposo, por lo que se hizo servir en una bellísima copa sus cenizas disueltas en vino.

Sin embargo, actualmente el tema se cree que representa a la heroína bíblica Judit, mientras es atendida por los criados del general sirio Holofernes antes del banquete. La leyenda dice que Judith emborracha a Holofernes para después invitarle a su tienda, donde le corta la cabeza y la enseña a su ejército que se rinde al verla. Al fondo se ve una sirvienta anciana con un saco que sería su cómplice, y que espera la cabeza de Holofernes.

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Textos (a) Catalina Serrano Romero